29.5.09

Restauración de valores

Dicen que hablar es barato pero la libertad de expresión es cosa cara. Si uno es arzobispo puede decir lo que le salga del bebe. Si una es Bebe puede decir que estuvo más sobrevalorada que un posavasos de Picasso. Si uno es Ramoneda puede explayarse contra el capital como si acabase de topárselo en los estudios de Gran Vía.

Hay mazo de crítica social, en los medios, cuando aparecen como monedas de cobre los términos avaricia, descontrol, catástrofe. Al inocente le queda el consuelo de que ha descubierto gracias al Zen que es testimonio de lo que pasa. Mientras el maestro estaba haciendo malabares con los bricks de Alipende, unos descontrolados se lo llevaban crudo. Pero la situación está normalizada y en el futuro será restaurada, como ya dijeron.

—Somos medios, la correa de transmisión de lo que pasa y lo que tiene que pasar, es decir, del futuro. Y mientras esperas que entrullen a los pocos chivos de La Crisis, disfrutas de ese acceso a todo.

La globalización es internet. Si no de qué ibas a tener que escuchar los ladridos del pastor. Si se restringe el uso de la red se va a perder otra porción de la libertad de expresión, se quedará en boletín oficial del estado de las cosas, un catálogo de fotos de gente borracha y de divagadores.

¿Puede una época de cambios en la rutina del capitalismo convertirse en una época pre revolucionaria? ¿De verdad habla el Papa con Dios? La respuesta en ambos casos es la misma, pero centrémonos en la segunda. Si os habéis leído La Posibilidad de una Isla, igual que a mí, os llamaría la atención la parte en la que se explica la disolución de la Iglesia católica. Así será probablemente cuando llegue el '68 de la globalización, si llega.

¿En España? No, en España probablemente seguirán las procesiones como guiño hacia los nostálgicos y tradicionales; uno más entre una lista interminable de guiños, tantos que quizá lo que haya un solo gran guiño progresista, los elogios a Guardiola, las frases de Zapatero.


Y como médiums de lo que pasa, hay una idea que aprendí en Regreso al futuro que es que no hay que influir en el devenir, es decir, no es posible hacerlo pero si creyéramos que sabemos interferir, ¿por dónde empezar? Uno dijo el otro día: "¡Habría que matar a ese tipo!" y se refería a un locutor de televisión, pero, ¿por qué a ése, primero? ¿sólo porque le tienes rabia en ese momento? ¡Qué poco serio!

—Primero se tendría que hacer un estudio de mercado sobre qué puede desencadenar una reacción suficiente, realizar exhaustivos expedientes de los candidatos, estudiar la estrategia, asegurar la posterior repercusión por medio de canales suficientes y, para cuando llegue la hora de hacerlo, es posible que el candidato se haya difuminado en la nómina del lobby de su sector, en una cadena autonómica, en un despacho o en un accidente de tráfico. Un atentado no puede ser sólo simbólico, eso lo sabe cualquier magnicida. A lo largo de la vida ha habido muy pocas acciones contra las personas que hayan cambiado el devenir: el asesinato de Germánico, quizá, el de Jesucristo (si lo hubo), Marat o Sade, tal vez Zapata, seguramente no Trostky... Si se te ocurre alguno más, todo tuyo.

Entonces todo el poder para los medios, dijo él desengañado.

El País Semanal, después de su célebre reportaje a favor de las nucleares nos sorprenderá este domingo o el que viene con uno de esos textos de colorines sobre madres que decidieron no abortar y ahora gestionan con su socio una Pyme que vende chufas al campeonato de Valencia de Fórmula uno.

Mientras, prosiguen, entre europeos y católicos a lo largo del mundo, las conversaciones para el reparto de la política en el jugoso período de una crisis de valores.

26.5.09

Tal cual lo dicen

Hace unos años ya, leí en alguna parte lo que era un cool hunter. Los americanos, que nos sacan años de ventaja, que tienen expresiones para definirlo todo, se inventaron este término, que también incluye una minuta porque uno no puede estar buscando cosas y gente guay sin tomarse unos cócteles en ese bar de la calle Argumosa con flores en los manteles, o pasearse por las tiendas de Argensola sin comprarse si quiera un afiche con el careto de Audrey Hepburn. Es obvio que un cool hunter no puede ser un cutre que vive en una casa con suelos de gres y muebles de Tu Mueble en Portazgo, sino un profesional de la publicidad o un chico de familia bien (algo que suele combinarse con pasmosa frecuencia).

Óyeme, y resulta que los cool hunter, o la gente guay, por castellanizar la movida, a pesar de todo siempre van con retraso ¿no te parece? Es decir, ayer en la página de El País y hoy en la de El Mundo anuncian una exposición sobre los quinquis de los '80 y todas esas películas de navajeros, ya sabes. Diseño y merchandising mediante, los quinquis ahora son lo más in, aunque le robaran el bolso a las tías de los guays en su momento o se chutaran en descampados en los que ahora hay lofts. Y todo eso, que ya lleva unos años rondando –casi todos hemos ido a una fiesta donde se han pinchado a Los Chichos, muchos hemos visto Deprisa, deprisa, etc.– te lo devuelven hecho del material del que se nutre el grupo Prisa.

Hace poco me mandaron unas declaraciones de Amador Fernández Savater en las que decía a un periódico extranjero: “El País es la manera que tiene una generación (la generación que ha impuesto la cultura consensual en España) de decirte todas las mañanas eres una mierda”.

Tal cual lo dice.

Mientras el jodido Tentaciones y el super-elitista Babelia, cada uno por su lado, se afanan por desactivar cualquier mensaje que vaya contra los intereses de esa generación, los cazadores de lo cool recopilan toneladas de inconsciencia, para allanar el trabajo del Babelia y otorgar cantidad de temas al puto Tentaciones, uno de los diseñados cánceres de la cultura actual.

Ahora los quinquis son lo más, por su uso del lenguaje, porque están muertos o como si lo estuvieran, porque de los quinquis de ahora ya se ocupan las reformas laborales y las reformas de extranjería, y los jueces, y el populismo punitivo. Porque de aquellos quinquis… como que la culpa la tenía Franco o algo. Y ahora el equivalente trabaja como ayudante del director de recursos humanos en una empresa de coaching.

Mañana, cuando la gente guay deje de encontrarle gracia a ponerse una camisa de lunares y escuchar la de Juan Castillo, volverán a por otra píldora de novedad para vendérsela después a ese periódico y, si dejara alguna vez de haber punkies o jevatas, ten por seguro que serían objeto de mucho más caso, porque lo que vende es lo que está muerto y lo que uno puede llevase a su casa de Portazgo para ponerla como en ese cuadro pop inglés del que ahora no recuerdo el nombre. Aquello que los corrientes compramos un minuto antes de que pase de moda.

“El poder vive de la ocultación. No crea nada, recupera. Si creara el sentido de las palabras no habría poesía, sino únicamente ‘información’ útil. Nunca nadie podría oponerse al lenguaje y todo rechazo le sería exterior, puramente letrista ¿Y qué es la poesía, sino el momento revolucionario del lenguaje, inseparable como tal de los momentos revolucionarios de la historia y la vida personal? El embargo del poder sobre el lenguaje es asimilable a su embargo sobre la totalidad”.

Internacional Situacionanista número 18.

Recogido por Servando Rocha en el artículo ¡Cerremos las escuelas de Bellas Artes! Historia y eclosión de King Mob.

“King Mob. Nosotros, el partido del diablo”

La felguera ediciones, 2007.


“Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing”
Richard Hamilton

15.5.09

Quien provoca

Digamos que la corrección política se ha desviado completamente hacia un tipo de izquierda. A cierta izquierda acomodaticia, vale, pero es que la corrección política, al ser de consenso, debe de ser limitada, entendible por gran parte de la población, la misma parte que intenta no entender demasiado las cosas. Que las clases altas siguen tan preocupadas por los pobres que no tienen qué comer como en el XIX, era algo previsible; que hoy el discurso se haya sofisticado y se eche la culpa de esto a “la avaricia de los mercados” es una pírrica conquista de esa cierta izquierda que nombra y deja de preocuparse una vez que se ha encontrado un chivo que satisface a mucha gente a la que le gustaría ser “un poco más de izquierdas” en la medida en que así dejaría de haber avaricia en los mercados. Concretando, en los discursos hay un gran número de tópicos izquierdistas, y ahí es donde aparecen los provocadores.

Los que provocan con gracia tienen la virtud de que, es verdad, echan a la cara de uno tantos tenderetes creados por el consenso y el talante. Un ejemplo, alguien acostumbrado a provocar defenderá a los judíos israelíes, dirá que les estaban atacando, que es la única democracia homologable de la zona, que las mujeres judías pueden separarse, votar, mandarlo a la mierda todo igual que puede hacer un hombre. Dirá que el lobby antisemita nos ha enganchado al carro de los palestinos y se aprovecha del lugar común pobres-buenos, ricos-invasores. Si es hábil, desarrollará esa conversación con tanto ingenio y charme, que el interlocutor sabrá que, aunque bromea, su argumento es a todas luces más sólido que el de uno. Si su víctima no tiene demasiados datos y le pasa como a mí, que no discute bien, se mantendrá en sus trece, pero sintiéndose un gorila, a lo mejor alguien que conserva cierta pureza moral, a lo peor alguien que sólo se mueve por sentimentalismos, carne de rebaño.

Lo malo es que cuesta imaginárselos desarrollando tanto ingenio para desmontar a sus adversarios cuando estos sean sionistas o, por poner otro ejemplo, cuesta imaginarlos defendiendo a la república ante un coronel franquista del Ejército español.

Sé que cometo el error, constante, de asociar valores positivos a las ideologías si digo que los izquierdistas, hasta los más simplones, soportan mejor el diálogo, comprenden mejor argumentos que van en contra de sus creencias; por eso precisamente he comenzado diciendo que la corrección política se ha desviado a la izquierda. Porque al individuo de derechas convencional, en cierta forma, sólo le queda el exabrupto, cerrar filas en torno a la iglesia mientras ésta se sostenga. Les debe costar seguir a una mayoría que ya sólo existe como tal en algunas regiones de Francia y Alemania y en cuatro países católicos que son más islas que un frente; no en vano, la iglesia, a pesar de que está en todo el mundo, es una de las instituciones menos internacionalistas que se conocen, aunque esa es otra historia.

Y es que los provocadores, al final, encuentran que su propia forma de ser tiene más sentido en un escenario progresista, por patético e ingenuo que sea el discurso izquierdoso la mayoría de veces. De hecho, creo que el gran motivo de que esto sea así, en los casos que he conocido (dos o tres), es que ha faltado un freudiano ajuste de cuentas con algún familiar, aunque esa también es otra historia.

Así que mientras hablaba con él, impresionado por su dialéctica, no pude en cambio dejar de sentir lástima. Lo imaginé apocado y reverencial ante un cacique de gafas oscuras. Sólo podía hablar libremente con quienes estaban en su contra. Y supongo que eso es una paradoja triste o algo.